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01 de Diciembre, 2009 · Liderazgo

La Urgente Necesidad de formar Líderes.


educarAsistí como participante al congreso “Líderes jóvenes para la evangelización” coordinado por el comité de Lausana, en Singapur. Después de orar y platicar entre los grupos asistentes, llegamos a la conclusión de que una de las imperiosas necesidades en la iglesia en América Latina es la de formar líderes.

Sin embargo, quiero comenzar este artículo afirmando que en todo tiempo Dios ha sido el primer interesado en levantar líderes y templarlos como el herrero templa el metal en el yunque.

Así también Dios pule y forja a sus líderes usando circunstancias que en ocasiones se antojan catastróficas, pero que para Dios son sólo instancias para templar el metal que más adelante servirá como la espada en la mano del guerrero.

Cabe mencionar que de generación en generación, Dios se ha valido de líderes para orientar este mundo y darle destino y, sobre todo, para guiar a su iglesia por el camino en que él ha querido llevarla.

La mentalidad de cacique y la formación de líderes

Para todos es conocida la figura típica del cacique en nuestra querida América Latina, producto del entorno social y cultural en el que se ha venido desarrollando nuestro continente hispanohablante.

El cacique es un personaje típico y folclórico que acapara todo, dicta órdenes y se perpetúa en el poder, controlando la política, los negocios, las finanzas y hasta la religión. Cuando este personaje ve amenazado su control por algún líder predispuesto a quitarle el poder, lo hace desaparecer, porque para él existe un solo objetivo: continuar en el poder y no compartirlo con nadie.

Lamentablemente, la iglesia ha imitado este patrón cultural. Éste se ha manifestado en muchas áreas de la misma, convirtiéndose en una carga terrible que recae sobre los miles de líderes en potencia que comienzan a destacar en nuestros países latinos.

Por esta razón, para formar líderes es necesario cambiar la mentalidad de cacique y aplicar los principios del liderazgo cristiano según el modelo practicado por nuestro líder que fue, es y será Jesucristo.

Mi intención en este artículo es enfocar la necesidad de que cada líder, presente y futuro, tenga una visión clara de lo que Dios puede hacer cuando una vida se pone en sus manos. Además, quiero dejar sentado que cada líder que emerge siguiendo el modelo de Cristo tendrá la venia de Dios para continuar la obra que Él le ha encomendado.

¿Quiénes son los candidatos al liderazgo en nuestras iglesias?

Del llamamiento de Isaías a través de la visión de la gloria y majestad de Dios se desprenden verdades que cambian cualquier vida.

En primer lugar, el profeta Isaías era un hombre común que habitaba rodeado de una sociedad pecadora e inmunda, llena de maldad. No era un motañés ni tampoco un santo, simplemente un hombre ordinario: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos…” (Is. 6:5). Ése era el entorno social de este líder que Dios estaba llamando.

En segundo lugar, tenía labios inmundos: “…de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc. 6:45). Sus labios destilaban pecado; entonces, todo su ser estaba en la misma condición. Fue necesario que el carbón encendido tocara sus labios, su corazón y su vida.

Sólo por el toque de Dios fue quitada su culpa y fue limpio de sus pecados. Qué maravilloso que Jesucristo derramó su sangre en la cruz del calvario para limpiar nuestros pecados, perdonar nuestras culpas y hacernos candidatos a ser llamados por el Señor para trabajar en su obra. “Después oí la voz del Señor, que decía ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Is. 6:8).

El líder espiritual, la clave para formar líderes

Dios no comienza su programa con una organización impersonal sino con el hombre. “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan” (Jn. 1:6). “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese” (Ez. 22:30).

La persona transformada es el instrumento de Dios para bendecir a otros. El líder espiritual es el método de Dios para evangelizar al mundo, formar líderes y guiar a la iglesia a hacer su santa voluntad en la tierra.

Dios empieza su programa con un líder espiritual sensible a su Espíritu y a su Palabra. El ser humano es el objeto y, a la vez, el portador de su gracia. Dios busca líderes espirituales que permitan que él los prepare, obedientes a su voz, con un amor sobrenatural por su obra, humildes –producto de estar en su presencia–, y con una fe inquebrantable. La relación es una interdependencia: Dios busca al hombre y éste necesita a Dios.

Corriendo el riesgo en la formación de líderes (Hch. 9:10-19)

Cuando Pablo fue llevado a Damasco, recién convertido al Señor Jesús, se recluyó en la casa de Judas en la calle derecha. Allí fue instruido por Ananías, un discípulo que vivía en la ciudad. Éste fue enviado por el Señor para enfrentar al hombre feroz que tenía fama de perseguir a los cristianos, torturarlos y matarlos. Él mismo había aprobado la orden de apedrear a Esteban (Hch. 8:1; 22:20).

El discípulo de Damasco, Ananías, tenía que correr el riesgo de comprobar si realmente Saulo de Tarso era un cristiano verdadero. La orden del Señor fue: “Levántate, y ve… y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista” (Hch. 9:11, 12).

Después de oír ese nombre, un mar de dudas invadió la mente de Ananías, los temores se agolparon sobre él. ¿Habría cambiado realmente? ¿Se trataría de una estrategia para prender a los discípulos de Damasco? ¿Sería una trampa para tomarlo preso allí mismo? “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad…” (13, 14). Pero el Señor le dijo: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre…” (15).

Ananías se levantó y fue, como el Señor le había ordenado. De ese encuentro salió el líder más grande de la iglesia cristiana, el apóstol de los gentiles, dotado de una pasión sin precedentes para predicar el evangelio a todo el mundo.

Ananías fue un discípulo anónimo, sensible al Espíritu Santo y a la Palabra del Señor, que oyó la voz de Dios, estuvo dispuesto a correr el riesgo y obedeció la orden con precisión. Líderes como él son los que el Señor busca cada día para llevar adelante su plan de establecer su reino y consolidar su iglesia en la tierra.

Conclusión

Hoy más que nunca la iglesia cristiana necesita líderes como Isaías y Pablo. Es nuestra responsabilidad ante Dios mirar a nuestro alrededor, buscar en las iglesias y tratar de identificar a los líderes en potencia que quizás estén sentados en una banca por falta de oportunidades.

Tratemos de desempeñar el papel de Ananías. Dios nos está mandando a buscar líderes para su causa. No es muy difícil identificarlos, pues conocemos las características que él busca en ellos: seres humanos comunes, pero espirituales, pasados por la prueba del carbón encendido, como Isaías, y llenos de humildad para hacer la voluntad de nuestro Dios.

Personas transformadas, dispuestas a ser líderes espirituales, con un corazón de soldado listo para morir por la causa del Señor.

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publicado por bloger a las 14:57 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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